Netzach es la séptima sefirá del Árbol de la Vida de la Cábala, está situada debajo de Chesed, Netzach o Netsaj está emparejada con Hod. Está sefirá representa la esfera de Venus. El aspecto femenino de Dios, Nétsaj representa la polaridad activa o “fuerza” frente a la polaridad pasiva o “forma” de la matriz mental de Hod. Si definimos esta última como el dominio del pensamiento, Netzach es, propiamente, la esfera del sentimiento.
En la lectura del Árbol de la Vida de e-cabalaonline, Netzach es la sefirá que se utiliza para analizar y orientar al consultante referente a sus sentimientos y sus deseos que deben ser controlados, saber cómo está vibrando en el amor. Es muy importante que Netzach esté en perfecto equilibrio con Hod, porque ya sabemos que muchos sentimientos sin actuar con la lógica generan desequilibrio en el ánima y por supuesto en todo su alrededor. Conozcamos un poco más sobre esta sefirá a partir de la emanación de la Fuerza Única en el macrocosmos. Ya sabemos a través de Hermes Trismegisto que “Como es en cima es abajo”.
Todos los datos expuestos a partir de ahora se pueden encontrar en el libro de Cábala Mística de la gran ocultista y escritora británica Violet Mary Firth Evans, más conocida como Dion Fortune.
El séptimo sefirá del Árbol de la Vida
Ubicación en el orden de las Sefiroth: El séptimo
Imagen mágica: Una bella mujer desnuda.
Cuerpo físico: Los riñones, la cadera y las piernas.
Astrología: Venus.
Color: Rosa claro.
Pilar derecho: Al pie del pilar de la misericordia.
Títulos de la Sefirá: La firmeza.
Experiencia espiritual: Visión de la belleza triunfante.
Virtud: Ausencia de Egoísmo.
Nombre divino: Yejova Tzabaoth, Dios de los Ejércitos.
Cuerpo psicológico: Apoyo y determinación.
Arcángel: Haniel.
Orden Angélico: Elojim, Dioses.
Nota musical: La
Vicio: Impudor, lujuria.
Se comprende mejor a Netzach, la esfera de Venus si se compara con Hod, la esfera de Mercurio, representando respectivamente “la fuerza “y “la forma”.
Netzach representa los instintos y las emociones que ellos hacen nacer y Hod el mental concreto.
En el macrocosmos corresponde a dos grados de la condensación de la fuerza en la forma.
En Netzach, la fuerza es relativamente libre, no siendo detenida más que por contornos extremadamente fluidos y que se mueven sin cesar, mientras que en Hod reviste por primera vez, una forma netamente definida y durable, aunque de una naturaleza todavía muy tenue.
En Netzach, una forma particular de fuerza aparece como un tipo de seres que se mueven de aquí a allí a través de los límites de la manifestación, de una manera completamente elusiva. Estos seres no tienen personalidad individualizada, y se parecen a los ejércitos con sus banderas que se ven en las nubes del sol poniente. En Hod produce la individualización de cada unidad separada, por lo que hay continuidad de existencia. Todo Espíritu, en Netzach, es alma-grupo, y en Hod, el Espíritu humano tiene sus rudimentos.
Consideremos, ahora, a Netzach en sí, bajo sus aspectos macrocósmico y microcósmico, no debiendo olvidarnos de que nos hallamos en una esfera de ilusión, y que lo que será descrito en términos de forma, no son más que apariencias percibidas por el espíritu y proyectadas como formas de pensamiento en la luz astral. Es esencial comprender este punto capital si se quiere evitar la superstición. Todo lo que es percibido “por los ojos del Espíritu y por las contemplaciones de la fe”, tiene su base metafísica en Chokmah, el sephirah superior del Pilar de la Misericordia. Pero en Netzach, un gran cambio se produce en nuestro modo de entender los diferentes tipos de existencia asignados a cada esfera dada. Hasta ahora, hemos percibido por medio de nuestra intuición, nuestro entendimiento fue sin forma o en todo caso, representado por los símbolos más abstractos. Estos no se ofrecen más después de Tiphareth, sino que llegamos a símbolos concretos como la rosa asignada a Venus, para Netzach, y el caduceo, emblema de Mercurio, para Hod.
Como ya se ha visto, concebimos los sephiroth superiores bajo el aspecto de factores de manifestación y de función. En nuestro estudio sobre Tiphareth hemos dicho cómo la Inteligencia Mediadora, como el Sepher Yetzirah expresa, rompe en un prisma la Luz Blanca de la Vida Única, de manera que se convirtió por ese hecho en el Esplendor Refulgente de múltiples rayos de Netzach.
Aquí, ya no tratamos con la fuerza, sino con fuerzas, tampoco con la vida, sino con vidas.
Lógicamente, pues, el orden Angélico asignado a Netzach es el de los Elojim, o dioses. El Uno está dividido en muchos, para los fines de la manifestación en la forma.
Los múltiples rayos de Netzach no son la luz blanca que nos permite ver todas las cosas bajo su verdadero color, son de diversos colores, cada uno de ellos revelando e intensificando algún aspecto especial de la manifestación, la luz azul, por ejemplo, nos revela sólo los colores que armonizan con él, los colores complementarios son negros.
Toda vida o toda forma de fuerza se manifiesta en Netzach, es una especie parcial y especializada, de manera que un ser cualquiera, desarrollándose en esta séptima esfera, no puede tener un desarrollo completo, sino que será siempre la criatura de una idea, de una función única, muy simple, estereotipada.
Es el factor Netzach que es básico en nuestros instintos, cada uno de los cuales, en su esencia no intelectualizada, hace nacer los reflejos apropiados, por ejemplo, los labios de un niño succionan todo lo que se les ofrezca.
Los seres de Netzach, los Elojim, no son inteligencias, sino ideas revestidas de una forma.
Los Elojim para darles su nombre hebreo son influencias formadoras por las cuales la fuerza que crean se expresa en la naturaleza. Su verdadero carácter puede ser discernido en Chesed, donde, según el Sepher Yetzirah, se llaman “Los Poderes Sagrados”. Sin embargo, en Netzach, que representa la cuna superior del éter reflector, sufren un cambio, el espíritu del hombre, formador de imágenes, comienza a obrar sobre ellos, moldeando la luz astral en forma tal, que los representará por su propia conciencia.
Es muy importante para nosotros comprender que estos Sephiroth inferiores están poblados de millares de formas de pensamiento, que todo lo que ha podido concebir la conciencia humana, aun sea confusamente, tiene Allí una forma revestida de luz astral que cuanto más la imaginación se aplique a idealizar tanto más esta forma se convierte en definida.
De consiguiente las generaciones ulteriores de videntes, cuando intentan discernir la naturaleza espiritual y la esencia íntima de cualquier forma de vida, encontrarán forzosamente estas imágenes, “las creaciones de creatura” que a menudo se las usa mal, tomándolas por la esencia abstracta en sí, la cual no puede ser hallada en ningún plano ofreciendo imágenes a la visión psíquica sino únicamente en aquellos que discierne la intuición pura.
En los tiempos de su mentalidad primitiva, el hombre adoró esas imágenes que representaban para sus ojos las grandes fuerzas naturales, tan importantes para su bienestar exterior, así estableció entre ellas y él un lazo de unión, gracias al cual desarrolló un canal donde las fuerzas representadas podrían verterse en su alma estimulando así el factor de ese culto, sobre todo se desarrolló e intelectualizó como en Egipto y Grecia, crearon imágenes extremadamente definidas y poderosas, son ésas a las que, generalmente, se las considera como dioses. Generaciones de creencia y de culto, construyeron en la luz astral una forma muy eficaz, cuando el sacrificio se sumó a la fe, descendió paso más hacia los planos de la manifestación, se hizo visible el vasto éter de Yesod y, finalmente, se convirtió en un poderoso agente mágico, capaz de obrar por Sí propio cuando se le sumó un alma por las ideas concretas generadas en Hod. Vemos así que todo ser celeste concebido por el espíritu del hombre tiene por base una fe natural, pero que, sobre la base de esta fuerza, se construye una imagen simbólica que le corresponde y representa, imagen animada y hecha activa por el juego de esta misma fuerza. La imagen no es más que un modo de representación adoptado por el Espíritu humano para sus fines, pero la fuerza que ella representa y para la cual es el alma un poder muy real y, en ciertos casos, muy poderoso. En otros términos, aunque la forma aparente de los dioses sea debida a nuestra imaginación, la fuerza a ella asociada es real y activa a la vez.
Este hecho es no sólo la clave de la magia talismánica, tomada en su más amplio sentido, que incluye todo objeto consagrado para uso de la meditación y del ceremonial, sino también de muchas cosas corrientes que no podemos a menos de observar, y que parecen inexplicables. Dan cuenta de un gran número de puntos en una religión bien construida, que son muy reales para quien crea, y extraños para el incrédulo, pues es incapaz de explicarlos y tampoco los puede negar.
Sin embargo, en Netzach tenemos la forma más tenue de esas realidades, que no son percibidas por “Las contemplaciones de la fe” ni por “la mirada del espíritu”. Por el contrario, en Hod se cumple toda clase de operaciones mágicas donde el mental, a su vez, interviene para dar a esas apariencias flotantes una forma y una duración, pero en la esfera de Netzach esas operaciones no tienen lugar. Todas las formas de los dioses son adoradas aquí por intermedio de las artes, y no concebidas por sistemas abstractos. Para todo fin práctico es imposible separar las actividades de Netzach y de Hod, que constituyen un par funcional, exactamente como Gueburah y Chesed representan los dos aspectos del metabolismo: el catabólico y el anabólico. Las funciones de Netzach están implícitas en Hod, porque Hod emana de Netzach, y los poderes desarrollados por evolución en la esfera de este último son la base de los poderes visuales de Hod. De consiguiente, todas las operaciones mágicas de la esfera de Hod tienen por base las formas de vida obtenidas en Netzach, y, como el espíritu humano va de esfera en esfera, un buen número de las capacidades de Hod han sido transferidas a Netzach por almas humanas que se hallan en el sendero de la Iniciación.
Por tanto, las dos esferas no están netamente disociadas como lo implicaría su clasificación, sino en cada una de ellas un cierto tipo funcional tiene un marcado predominio.
Los contactos con Netzach no se obtienen por una concepción filosófica del género de vida que Allí reina, tampoco por el psiquismo ordinario generador de imágenes, sino por “un sentimiento adecuado”.
Como tan bien lo ha expresado Algernon Blackwood en sus libros, donde tanto se transparenta la esfera de Netzach.
Por la danza, el sonido y el color es como pueden ser evocados los Ángeles de Netzach.
El adorador de un dios, en esta esfera, entra en comunión con él, por medio de las artes, en la medida en que sea artista, en cualquier dirección que fuere, y se halle capaz de hacer de su dios una imagen simbólica, podrá establecer el contacto y atraer la vida en Sí mismo.
Todos los ritos que tengan movimiento y color actúan en la esfera de Netzach. Y puesto que Hod, la esfera de las operaciones mágicas toma fuerza de Netzach, se deduce que toda operación mágica de la esfera de Hod tiene un elemento de Netzach si es que esa operación es eficaz, para ofrecer una base a la manifestación, la sustancia etérica debe ser atraída por una forma de sacrificio cualquiera, aunque sea quemando incienso.
Es necesario señalar aquí, porque el sentido de los ritos de Netzach no puede ser realizado sin la comprensión de los medios que presiden la manifestación y de manera en que el dios se aproxima a sus adoradores.
Consideremos ahora a Netzach desde el punto de vista microcósmico del Árbol de la Vida, o sea el Árbol subjetivo que se encuentra en el alma donde los Sephiroth, como es sabido, se convierten en factores de conciencia.
Los tres Superiores y el primer par de Sephiroth manifestados Chesed y Gueburah, representan el Yo Superior, con Tiphareth como punto de contacto con el Yo Inferior. los cuatro Sephiroth inferiores, Netzach, Hod, Yesod y Malkuth, representan el Inferior o personalidad, la unidad de encarnación, con Tiphareth como punto de contacto con el Yo Superior o Ego, que algunas veces es llamado el Santo Ángel Guardián.
Desde el punto de vista de la personalidad Tiphareth representa la conciencia superior que percibe las realidades espirituales, Netzach representa los instintos, y Hod el intelecto. Yesod representa el Éter o quinto elemento, y Malkuth los cuatro elementos que forman el aspecto sutil de la materia. Todo lo que el ordinario intelecto humano puede realizar, es naturaleza de la materia densa, Malkuth, y del intelecto, Hod, siendo ambos aspectos concretos de existencia. El intelecto no puede apreciar las fuerzas que construyen las formas, tal como están representadas por Netzach, la esfera de los instintos, y por Yesod, el doble etérico o cuerpo sutil. Por tanto, es necesario que estudiemos a Netzach con cuidado, su naturaleza y su importancia escapan normalmente a nuestra comprensión.
Comprenderemos mejor la naturaleza de Netzach en el microcosmos si recordamos que es la esfera de Venus, con todo lo que ello implica.
Traduciendo en buen español el lenguaje Cabalístico simbólico, ello significa que aquí nos relacionamos con la función de polaridad, la cual contiene mucho más que el sexo, tal como corrientemente se lo concibe.
A este respecto es importante hacer notar que Venus, o Afrodita según su nombre griego, en absoluto es una diosa fecunda como lo son Perséfone y Ceres, sino la diosa del amor. Ahora bien, en el concepto de vida de los helenos, el reino del Amor era mucho más vasto que la relación entre los sexos, pues comprendía la camaradería de los soldados y la relación entre maestro y discípulo. La hetaira griega, o mujer que hacía profesión del amor, era algo por completo diferente de la prostituta moderna. El heleno guardaba la simple relación sexual física para su esposa legítima que estaba encerrada en el gineceo o harén, donde servía simplemente a los fines de darle herederos legítimos, la esposa, que por otra parte era de sangre pura, no tenía educación y tampoco tenía valor para desarrollar su seducción ni practicar el arte de agradar. Menos aún le estaba permitido adorar a la diosa Afrodita, que preside los más elevados aspectos del amor, las deidades que ella debía venerar eran las del hogar doméstico: Ceres la diosa de la Tierra, gobernaba los Misterios de las mujeres griegas.
El culto de Afrodita era algo bien distinto que el cumplimiento de una función animal. Concernía al interludio sutil de la fuerza vital. EI cual comprendía dos factores: EI curioso flujo y reflujo, el estimulante y la reacción, que desempeñan un papel tan importante en las relaciones entre los sexos, pero que va mucho más allá que la esfera del sexo.
En principio, la hetaira griega era una mujer muy culta evidentemente, había distinciones entre ellas, desde la categoría más baja, parecida a la geisha japonesa, hasta la categoría más elevada, que tenía un salón, a la manera de las célebres francesas llamadas “bas-bleus”, y eran mujeres de reconocida virtud física a quienes ningún hombre hubiese osado hacer proposiciones groseras.
La función de la hetaira era la de satisfacer tanto los gustos intelectuales de sus clientes como sus apetitos, era huésped y amante, los poetas y filósofos iban a él para recibir inspiración y agudizar su espíritu, pues se consideraba entonces que ninguna fuente de inspiración, para un intelectual, equivalía a la sociedad de una mujer verdaderamente culta.
En los templos de Afrodita, el arte de amar era constantemente estudiado, y las sacerdotisas eran formadas desde la infancia. Este arte no era sólo el de provocar la pasión, sino satisfacer plenamente en todos los grados de conciencia, no solamente por la satisfacción de las necesidades físicas del cuerpo, sino por el cambio sutil de magnetismo, por una polarización intelectual. Ello elevaba el culto de Afrodita muy por encima de la sensualidad pura y simple, y así se explica que las sacerdotisas de ese culto inspirasen respeto y que en absoluto fuesen miradas como prostitutas ordinarias, aunque ellas acogiesen al primer llegado. Cumpliendo su arte, servían para satisfacer a ciertas exigencias sutiles del alma humana. Nosotros, por medio del cine y los espectáculos hemos llevado el arte de estimular el deseo a un grado desconocido por los griegos, pero no tenemos la menor noción del arte mucho más importante de despertar las necesidades del alma humana por un cambio magnético, etérico y mental a la vez. Es por esta razón que nuestra vida sexual, desde el punto de vista tanto fisiológico como social, parece tan inestable y mezquina.
No podemos juzgar sanamente el sexo sin comprender que es un aspecto de lo que en ocultismo se llama polaridad, y que su principio rige toda la creación, en efecto, es la base de la manifestación. En el Árbol de la Vida está representado por los dos Pilares de la Misericordia y de la Severidad. Toda actividad está comprendida en el principio de polaridad, lo mismo que toda la función de la forma está comprendida en el principio del metabolismo.
La polaridad significa, esencialmente, el aflujo de una fuerza que va de una esfera de alta presión a una esfera de presión baja, los términos “alto” y “bajo” deben ser entendidos siempre como relativos. Toda esfera de energía, cualquiera que sea, siempre tiene necesidad de ser estimulada por el influjo de una energía más elevada que aumenta su presión inferior.
La fuente de toda energía es el Gran Inmanifestado, ella sigue su ruta de nivel en nivel, cambiando su forma de un nivel a otro hasta convertirse finalmente, en “terrestre” en la esfera de Malkuth. En toda vida individual, en toda forma de actividad, en todo grupo social organizado para el fin que fuere, ejército, culto, compañía financiera, vemos en acción la marcha de esa energía, en forma de circuito.
El punto capital para realizar es que en el Árbol de la Vida microcósmico hay un vaivén hacia arriba y abajo de las esferas negativa y positiva, de los grados de nuestra conciencia: lo espiritual informa al espíritu, éste a las emociones, éstas al doble etérico que construye el vehículo físico, el cual es “la tierra” del circuito. Este es un punto que algunas veces se descuida, pero cuyas consecuencias pueden comprenderse cuando se está prevenido.
Lo que es menos cómodo para comprender es que hay un flujo entre cada “cuerpo” o nivel de conciencia y su aspecto correspondiente en el macrocosmos. Así como hay integración y expulsión en Malkuth, donde el alimento y el agua son asimilados por el cuerpo, expulsados por las funciones de la excreción, y alimentan entonces el reino vegetal bajo el nombre decente de “abono”, así también hay integración y expulsión del doble etérico a la luz astral, y el cuerpo astral al espíritu, y asimismo a través de todos los planos donde existen los factores más sutiles que representan los seis sephiroth superiores. La esencia de la Cábala Mágica, que es la aplicación práctica del Árbol de la Vida, consiste en desarrollar esos circuitos magnéticos sobre todos los diferentes niveles, y así fortificar y agrandar el alma.
Como el cuerpo físico se alimenta comiendo y bebiendo, y mantenido en buena salud por sus funciones de excreción es que pueden ser llenadas las operaciones de la esfera de Malkuth, asimismo el alma humana es intensificada por las operaciones de la esfera de Tiphareth, llamada también la esfera de Redención, la cual mantiene sana nuestra alma.
Sabemos cómo la Iniciación desarrolla los poderes del psiquismo superior y permite al espíritu humano comprender las verdades espirituales, lo que no siempre comprendemos es que, para recorrer toda la gama de sus desarrollos, el hombre tiene necesidad igualmente de desarrollar el poder de entrar en contacto con la energía natural en su forma sutil, tal como está representada por la esfera de Netzach.
Estamos acostumbrados a admitir que lo espiritual y lo natural están en mutuo antagonismos, que debemos robar a Pedro para pagar a Pablo, y a deducir que si lo espiritual es el bien más elevado, lo natural es necesariamente el mal más inferior, no comprendemos que la materia es una cristalización del espíritu y el espíritu de la materia volatilizada, que entre ellos no hay antinomia de substancia, como no la hay entre el agua y el hielo, ni comprendemos que ambos son estados diferentes de una Cosa Única, como la llaman los alquimistas, es este el gran secreto alquímico que constituye la base filosófica de la doctrina secreta de la transmutación.
Pero la transmutación de los metales es de muchísima menos importancia, comparada con la transmutación de energía que se trata de realizar en nuestra alma, es a ésta que los Iniciadores se aferran por medio del Árbol de la Vida, y lo mismo que la conciencia es transformada de arriba hacia abajo del Pilar Central de la Dulzura o del Equilibrio, asimismo es transformada la energía de arriba hacia abajo del Pilar del Rigor, en el cual Hod, el intelecto, constituye la base.
En Chokmah, pues, el gran poder masculino del universo, se efectúa la prodigiosa partida de la vida, en Chesed se efectúa organización de las fuerzas por medio de sistemas que se corresponden, en Netzach tenemos una esfera de evolución que, ascendiendo desde Malkuth como fuerza organizada, nuevamente vuelve capaz de entrar en contacto con la fuerza esencial. Netzach, la esfera de Nogah – nombre hebreo para Venus Afrodita, es pues, una esfera de la más elevada importancia desde el punto de vista del trabajo oculto práctico. Como la mayor parte los aprendices ocultistas trabajan sólo en el Pilar Central, Pilar de la Conciencia, y descuidan los Pilares Laterales, que son los Pilares de la Función, es por ello por lo que generalmente, obtiene resultados despreciables.
En este caso, el ciego guía al ciego, y el así llamado Iniciador de las fraternidades ocultas modernas, el cual es más bien un místico que un Ocultista auténtico, no entiende que la Iniciación comprende lo consciente y lo inconsciente y que debe iluminar tanto los instintos como aclarar la razón.
Dion Fortune – Cábala Mística (118-127).