e-Cabala Tiphareth Árbol de la Vida

Tiphareth, la capacidad de ser feliz!

En Tiphareth la única realidad inmutable es la conciencia pura.

Tiphareth es la generosidad sin intereses, es la ecuanimidad entre cuerpo, alma y mente. Es la naturaleza real del ser humano que logra un estado de estabilidad y compostura psicológica, que no se ve perturbado por la experiencia o exposición a emociones, dolor u otros fenómenos que pueden causar la pérdida del equilibrio.

Aquí el ego ya no opera porque somos conscientes de nuestra propia naturaleza por lo tanto somos felices independiente del entorno inmediato.

El sexto sendero del Árbol de la vida

Ubicación en el orden de las Sefiroth: En el centro del pilar del equilibrio.
Imagen mágica: Un Rey majestuoso. Un niño. Un dios sacrificado.
Cuerpo físico: Debajo del corazón, en cima plexo solar, el pecho.
Astrología: Planeta sol.
Color: Amarillo, rosa claro, naranja.
Pilar del medio: Equilibrio, ecuanimidad.
Títulos de la Sefirá: La belleza. (Tau, Pe, Aleph, Resh, Tau)
Experiencia espiritual: Visión de la armonía de las cosas. Misterios de la crucifixión.
Virtud: Consagración a la Gran Obra.
Nombre divino: El Tetragramma. Aloath Va Daath.
Cuerpo psicológico: El Ser.
Arcángel: Raphael.
Orden Angélico: Malachim, Reyes.
Nota musical: Intervalo medio tono.
Vicio: Orgullo.

El nacer de nuevo en Tiphareth

Tiphareth visto en término de Macrocosmos, es decir, visto desde Kether, es el punto de equilibrio entre Chesed y Gueburah; en términos de Macrocosmos, o sea de la psicología trascendental, es el punto donde se encuentran los tipos de conciencia característicos de Kether y de Yesod. Hod y Netzach encuentran igualmente su síntesis en Tiphareth.

Los Seis Sephiroth, cuyo centro lo constituye Tiphareth, a veces son llamados Adam Kadmon, el Hombre Arquetípico. En efecto, Tiphareth no puede ser comprendido sino como punto central de los otros seis, donde gobierna como un rey en su reinado. Para todo fin práctico, estas seis esferas.

Por esta razón los dioses encarnados se sacrifican, mueren por el pueblo, a fin de que la inmensa fuerza generada por este acto compense la fuerza caótica del Reino y por ello se salve, es decir, que Renazca el equilibrio.

Esta esfera particular del Árbol es llamada el Centro de Cristo, y es aquí donde la religión cristiana tiene su centro

Las religiones panteístas como la de los Egipcios y de los Griegos tienen su centro en Yesod; las metafísicas. como la de Confucio y Buda lo tienen en Kether. Pero como todas las religiones dignas de este nombre tienen un aspecto esotérico o místico, y otro exotérico o panteísta, el cristianismo, aunque su creencia pertenezca esencialmente a Tiphareth, tiene también un aspecto místico, proviene de Kether y un aspecto mágico como lo muestra el catolicismo popular que halla su centro en Yesod. En cuanto a su aspecto evangélico, se concentra en Tiphareth, reverenciado como el Niño y como Dios Sacrificado. Ignora, sí, el aspecto del Rey en el centro de Su Reino, rodeado por los cinco Sephiroth de la manifestación.

Tiphareth desde el punto de vista del macrocosmos

Hasta este momento hemos examinado el Árbol de la vida desde el punto de vista del macrocosmos, considerando los diversos arquetipos de la fuerza que, manifestándose, constituyen el Universo. Apenas hemos abordado el punto de vista del microcosmos, que considera el aspecto psicológico de los arquetipos como factores de conciencia.

Con Tiphareth es menester cambiar de rumbo, porque las fuerzas arquetípicas, en adelante, serán encerradas en las formas, y no podrán ya ser estudiadas más que por sus efectos en nuestra conciencia; en otras palabras, nuestro esfuerzo debe pasar por la experiencia directa de los sentidos, aunque ellos no pertenezcan exclusivamente al plano psíquico, porque funcionan en Tiphareth y Yesod a la vez, cada una conforme a su tipo. Cuando estábamos en los niveles superiores, teníamos el recurso de la analogía metafísica, y razonamos por deducción, partiendo de principios originales; pero ahora estamos en el campo de la ciencia inductiva, debiendo someternos a sus leyes y expresar en su propio lenguaje aquello que podamos descubrir. Pero, al mismo tiempo, debemos mantener nuestro lazo de unión a través de Tiphareth con los pensamientos trascendentales a los que se llega expresando el simbolismo del sexto sefirá en términos de experiencia mística.

Toda experiencia mística donde la visión concluya por una luz enceguecedora es asignada a Tiphareth, porque la desaparición de la forma en el irresistible influjo de la fuerza es característica del mundo de conciencia transitoria de este sefirá. Las visiones que mantienen de manera constante una forma claramente definida son características de Yesod; y las iluminaciones sin forma alguna como las que describe Plotino, conciernen más bien a Kether.

En Tiphareth se reúnen e interpretan las operaciones de magia natural de Netzach, y de magia hermética de Hod. Todas estas operaciones tienen una forma más predominante en la esfera de Hod que en la de Netzach. Las visiones astrales de Yesod deben también ser traducidas en términos de metafísica, merced a las experiencias místicas de Tiphareth. Si esta traducción no tiene lugar, la alucinación se produce, porque entonces creemos que los reflejos proyectados en el espejo de nuestra subconsciencia y traducidos en ella en términos de conciencia cerebral son cosas en sí, cuando en verdad no son más que representaciones simbólicas.

Lo metafísico, lo psíquico y lo místico

Kether es metafísico; Yesod psíquico, y Tiphareth es esencialmente místico comprendiéndose por misticismo un estado mental en el que la conciencia cesa de expresarse en representaciones simbólicas subconscientes, para aprehender su objeto por medio de emociones intuitivas.

Los diferentes títulos adicionales asignados a cada sefirá y sus nombres divinos en particular nos dan una clave importante para comprender los misterios de la Biblia, libro cabalístico de primera clase. Según la manera en que este libro se refiere a la Deidad, sabemos a qué esfera del Árbol debe ser asignado su modo particular de manifestación. Toda alusión al Hijo se relaciona siempre a Tiphareth, toda alusión al Padre se vincula a Kether y todas las que se hacen al Espíritu Santo están relacionadas a Yesod. Aquí se hallan ocultos profundos misterios, porque el Espíritu Santo es el aspecto de la Divinidad adorado por las logias ocultas. El culto panteísta de las fuerzas naturales y de las operaciones sobre los elementos se coloca bajo la invocación de Dios Padre; y el aspecto ético regenerador de la religión, su aspecto exotérico en nuestra época se efectúa en la invocación del Dios Hijo, en Tiphareth.

Sin embargo, el Iniciado va más allá de su época y procura reunir sus tres modos de adoración rindiendo culto a la Divinidad como Trinidad unitaria; compensando al hijo de la bajeza del culto panteísta hace que el Padre trascendente sea accesible a la conciencia humana porque” los que me han visto vieron al Padre”.

Tiphareth, no obstante, no es sólo el centro del Dios Sacrificado, sino el centro del Dios embriagado aquel que concede la Iluminación. Dionisio participa de este centro, como asimismo Osiris, porque como ya lo hemos visto el Pilar Central es el Pilar de los estados de conciencia; y la conciencia humana, elevándose de Yesod por el Sendero de la Flecha, recibe la Iluminación en Tiphareth, siendo la razón por la cual todos aquellos que en los diversos Panteones dispensan la Iluminación, son asignados a Tiphareth.

La iluminación

La Iluminación es la aspiración en el espíritu de un estado de conciencia más elevado que el que resulta de la experiencia sensible; y es por ella que, por así decir, el espíritu cambia de aire. A menos que este nuevo modo de conciencia no esté vinculado con el pasado y se exprese en términos de pensamiento concreto, es un simple relámpago tan brillante que enceguece. No vemos por medio del rayo de luz que desciende a nosotros, sino por el reflejo que proyecta sobre los objetos de tres dimensiones que nos son conocidos. A menos que en nuestro espíritu no haya más que las ideas que pueden iluminar ese modo más elevado de conciencia, estaremos simplemente aturdidos, y la oscuridad en nosotros es más profunda de lo que era antes de su pasaje. En efecto, no cambiamos precisamente de aire, sino proyectamos nuestro espíritu más allá de todo aire conocido. Es en esto qué consiste el fenómeno que se llama Iluminación. Por breve que sea basta un relámpago para convencernos de la realidad de una existencia hiperfísica, pero no para enseñarnos algo con respecto a ella.

La importancia del estadio de Tiphareth en la experiencia mística consiste en el hecho de que la encarnación del Niño se produce ahí; dicho de otra manera, la experiencia mística engendra poco a poco un conjunto de ideas e imágenes que se convierten en resplandecientes y visibles, cuando la Iluminación se efectúa.

Este aspecto infantil de Tiphareth es asimismo de una gran importancia para nosotros en el trabajo práctico de los misterios relativos a la Iluminación. Porque debemos aceptar el hecho de que el Niño-Cristo no surge en nosotros como Minerva, armada de pies a cabeza, fuera del frente del Padre de los Dioses; él comienza por ser algo muy débil, extendido humildemente entre los animales, sin ni siquiera ser admitido en la sala donde respire el más común de los hombres. Los primeros rayos de la experiencia mística deben ser forzosamente limitados, porque no hemos tenido tiempo para formar un cuerpo de ideas y de imágenes en los cuales esos rayos podrían resplandecer. Es necesario mucho tiempo para formar un cuerpo semejante, produciendo su efecto cada experiencia trascendental, efecto que organiza la meditación subsiguiente.

Siguiendo la Estrella, ¿que encontrarás?

Frecuentemente los místicos cometen el error de creer que la Estrella los conduce al lugar del Sermón de la Montaña y no al Establo de Belén donde tuvo lugar el nacimiento. Es entonces cuando el Árbol de la Vida es tan útil; permite a lo trascendental expresarse por un simbolismo y, en seguida, a este ser traducido en términos de metafísica; de esta manera, une lo espiritual a lo psíquico, pasando por la inteligencia, y con un fuego central ilumina estos tres aspectos de nuestra conciencia trina.

Es en Tiphareth donde se produce esta operación, porque en este sefirá son recibidas las experiencias místicas de conciencia directa que iluminan los símbolos psíquicos.

Camino del medio el Pilar de la conciencia

El Pilar Central del Árbol de la Vida es esencialmente el Pilar de la Conciencia, lo mismo que los Pilares laterales son los poderes activos y pasivos. Examinando desde el punto de vista del microcosmos, es decir, de la psicología y no de la cosmogonía, Kether, la Chispa Divina, en torno al cual se organiza el ser individualizado, debe ser considerado como el punto central mismo de la conciencia. Daath, el sefira invisible, se halla también en el Pilar del medio, aunque, en verdad, pertenece a un plan diferente al del Árbol de la Vida. Cuando, por ejemplo, examinamos a este último microcósmicamente, Daath vendría a ser su punto de contacto con el macrocosmos. Es sólo con Tiphareth que alcanzamos la conciencia netamente definida, individualizada.

Tiphareth es el punto funcional de la segunda Tríada del Árbol, cuyos dos ángulos básicos consisten en Gueburah y Guedulah (o Chesed). Esta Segunda Tríada, emanada de la primera formada por los tres Sephiroth Superiores, forma la individualidad evolutiva, o alma espiritual. Es ella la que perdura y se repite a través de una evolución; es de ella que emanan las personalidades sucesivas, o encarnaciones; es ella quien almacena la esencia activa de la experiencia, al fin de cada encarnación, cuando la unidad encarnada vuelve al polvo, al éter.

Esta segunda Tríada es la que forma el Alma Superior, el Yo Superior, el Santo Ángel Guardián, el Primer Iniciador. Es la voz del Yo Superior que percibe el oído interior y no la voz de los desencarnados ni de Dios, como imaginan los que ignoran la verdadera Tradición.

Guiada por la Segunda Triada, la Tercera construye con los materiales que le ofrece la experiencia de la encarnación, con Malkuth como vehículo físico. La conciencia cerebral pertenece a Malkuth, y es la única de que dispondremos mientras estemos aprisionados por sus vehículos. Pero las puertas de Malkuth no permanecen rigurosamente cerradas, y en la actualidad son muchos los que pueden entrever la fantasmagoría del plan astral y experimentar la conciencia psíquica de Yesod. Cuando se la logra libremente, se abre la ruta hacia un psiquismo más elevado, la clarividencia auténtica, que constituye la heredad de la conciencia de Tiphareth.

De consiguiente, nuestra primera experiencia de psiquismo superior, en general, se realiza para comenzar, en términos de psiquismo inferior, porque recién entonces nos hemos librado apenas de Malkuth y comenzamos a mirar hacia el Sol de Tiphareth, desde la Esfera lunar de Yesod. Escuchamos voces en el oído interior y vemos visiones con la vista interior, pero todas ellas difieren de la conciencia psíquica ordinaria, en el hecho de que no son las representaciones directas de formas astrales, sino los signos simbólicos de hechos espirituales expresados en términos de conciencia astral. Esto es una función normal del subconsciente, y es de capital importancia comprenderlo debidamente, porque los equívocos a este respecto producen graves problemas, y pueden hasta desorganizar el equilibrio mental.

Los que están familiarizados con la terminología cabalística saben que la primera Gran Iniciación nos da el poder de conversar con nuestro Santo Ángel Guardián y participar de su saber; y es bueno recordar que este Santo Ángel Guardián no es otro que nuestro Yo Superior. La característica de este modo de mentalidad elevada es que no se producen voces ni visiones, porque es conciencia pura, y una percepción más intensa; de esta actividad del espíritu resulta un poder particular de penetración que es de la naturaleza de la intuición más elevada. La conciencia superior jamás es psíquica, sino permanentemente intuitiva, y no contiene imagen sensible alguna. Es esta ausencia de imágenes lo que advierte al verdadero Iniciado que ha alcanzado el nivel del Ego.
Documento extraído de La Cábala Mística Dion Fortune (Pag.101-115).

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